Necesitamos locales para fumadores

Nos venden los cigarros pero nos prohiben fumar

Se necesitan espacios para fumadores. Los que tienen ganas de  hacer un brindis o de emborracharse cuentan con la cantina. O con bares designado para eso dentro de restaurantes como Sanborns u hoteles de cierto nivel.  Están en lo que podría llamarse la libertad organizada en lo que se refiere a espacio.

Los bebedores no pueden andar por la calle con su botella en la mano. Pero sí  beber en la cantina, cervecería o pulquería. Es un espacio ad hoc diseñado y autorizado para tal propósito. Lo mismo podría argumentarse con respecto a otras cuestiones, como hacer el sexo en la calle, para eso hay hoteles. No se puede realizar necesidades  fisiológicas en la calle, para eso hay WC públicos.

Es la planeación  que facilita actuar de otros modos dentro de un modelo común de conducta.  Pero si loa gobiernos autorizan algo, como en el caso de los bebedores, deben proporcionar los espacios adecuados, como es el mencionado caso de las cantinas. O facilitar su ejercicio y establecimiento. Ya el individuo abstemio decidirá si se mete a esos lugares o no. Es un decir porque qué tendría que hacer alguien que no bebe en un espacio para bebedores.

Es muy ilustrativo en nuestro tiempo el caso de los locales donde sesionan los grupos AA. Estos grupos son un territorio libre para fumar. Ahí casi todos fuman. Todos, por así decirlo, están en la misma onda. Y  si a alguien no le parece ya sabe que la puerta mide cuatro por cuatro. Es lo más parecido a como debería ser un salón para fumadores..

Los gobiernos  permiten la práctica de fumar pues cobran impuestos  pero hasta ahora no hay salones sólo para fumadores. Que bueno que ya no se permite fumar en todas partes como era antes. ¡Qué culpa tenían los no fumadores! Sin embargo ahora los fumadores tienen que buscar la tierra de nadie para encender y gustar su cigarro. En la banqueta, en  los pasillos, en los espacios abiertos.  Y aun aquí muchos fumadores le preguntan al que está cerca ¿le molesta que fume?

 En febrero de 2008 se aprobó una ley en ese sentido por la Cámara de Senadores: Ley General para el Control de Tabaco.  Otra ley aprobada un año antes, en el mismo sentido,por la Asamblea Legislativa del Gobieron del Distrito Federal, que se llama Ley de Protección a la Salud de los no Fumadores.  

Cierto que en el pueblo mexicano  se  está haciendo un gran esfuerzo por evitar las abstracciones sociales. Los enfermos de sida no tendrían porque aislarse, los homosexuales, los de capacidades diferentes. Sin embargo todavía se tiene una  libertad punitivatizada, por así decirlo. En otras palabras, es una agresión a la libertad de las personas no contar con espacios ad hoc para fumar. Y no son pocas las que fuman. Según cifras publicadas en Gaceta UNAM, del 13 de abril de 2009, en el planeta hay mil 300 millones de fumadores (la mayoría está en China).

 Se legisla y hay ustedes se hacen bolas para ver de qué manera se cumpla la ley.   Se legisló en el sentido que ya no se puede  fumar en espacios cerrados. Y hay haber cómo y en dónde le hacen para fumar…

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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