Escalada El Colmillo.



















 
1-COLMILLO
2-CARBONERAS
3-MARÍA MAGDALENA
4-EL FRAILE
5-EL ACÓLITO
6- LUGR DONDE PARTE EL ATAJO HACIA EL FRAILE
7-CAMINO DE TERRACERÍA PARA VEHÍCULOS

8-SITIO EN EL QUE EN LOS AÑOS CINCUENTAS DEL SIGLO VEINTE,
EL GRUPO DE LOS CIEN, DE LA CIUDAD DE  MÉXICO,
CONTRUYÓ UN REFUGIO PARA ESCALADORES. ERA DE MADERA,BUEN
ACABADO, CON CUATRO LITERAS PARA OCHO  ESCALADORES.
APARECE EN UN RELATO DEL LIBRO ALPINISMO MEXICANO,DE ARMANDO ALTAMIRA GALLARDO,EDITORIAL ECLALSA,1972.
DE ESTE LUGAR SE SALÍA PARA ESCALAR EN LAS CUMBRES DE LA REGIÓN.
FUE DESTRUIDO PARA LLEVARSE  LA MADERA.EN LA ACTUALIDAD SE HA BORRADO HASTA EL LUGAR DE SU EMPLAZAMIENTO.
 
9- SENDERO EN EL QUE SE "CORTA" PARA ASCENDER MÁS DIRECTO A SAN JERÓNIMO.

El Colmillo queda en la Región de Los Frailes, entre Actopan y San José Tepenene, al noroeste de Pachuca, Hidalgo.





La población de  San José Tepenené se localiza en la carretera que va de Pachuca a Actopan.





LA ZONA "A" ESTÁ POCO EXPLORADA POR LOS ESCALADORES.
SE LLEGA A ELLA DESDE ACTOPAN, VÍA CASERÍO SAN FRANCISCO, O BIEN
POR LA TRADICIONAL SUBIDA DESDE SAN JOSÉ TEPENENÉ



Es  de unos 40 metros de alto. De salientes finos y consistentes. En su tiempo se le consideró de las más difíciles.




 Los Frailes, vistos desde El Conejo. El plano muestra la distribución de las rocas de la región. La roca marcada con el número 1 es El Colmillo,La 4 Los Frailes.
 El dibujo, de Manuel Sánchez, muestra las condiciones de agarres del principio.Más arriba son salientes pequeños.

 Foto de El Colmillo. En primer plano: Eulalio Rivera(muerto en la norte de la Rosendo de la Peña).Salim Kalkach, conquistador de El Espejo. José Guerrero, hizo la primera de El Centinela de la cañada de Milpulco, suroeste de La Iztaccihuatl y participó en la primera integra a la norte de El Abanico, en el Popocatepetl.Manuel García. tomó parte en la conquista de las nortes de La cabeza de la Iztaccihuatl y trazó varias primeras en el flanco oriental del Chiqiuhuite.Raúl Sánchez fue el director fundador de la primera escuela oficial de montaña del país, el 27 de marzo de 1962 (ver  el libro Alpinismo Mexicano, Editado por ECLALSA, 1972, Pág 160).

Foto inferior: de pie, con mochila, Eduardo Manjarrez.

Foto close up: José Merediz, compañero de cordada de Manjarrez.


 Se muestra la ruta de El Colmillo.El descenso se hace por el lado opuesto.


Se aprecia el camino de terracería que va de San José Tepenené a San Jerónimo, con un desnivel de 600 metros.
La ubicación de El Colmillo está al W de San Jerónimo. También se llega a esta aguja  saliendo de Actopan-San Francisco  por camino de terracería para vehículos.



Se dieron ahí varios accidentes. Cuando la conocí había varias cruces en su base, recuerdos de otras tantas tragedias alpinas. No obstante, los hombres seguían escalándola, y algunas mujeres, como María García.  Los programas de los clubes montañistas siempre la incluían en sus actividades a desarrollar. Aunque no siempre iban. Algunas cruces tenían algo escrito. Una, que jamás olvidaré, decía: " Los difuntos en sus tumbas miran hacia arriba. En el cielo las estrellas miran hacia abajo".

Pero hubo un escalador, amigo nuestro, que la subió cinco veces y la sexta ocasión hizo la primera solitaria de esta aguja. Era de México y su nombre: Eduardo Manjarréz, mejor conocido como “El Whymper”.
El Colmillo en el centro de la foto.
En el camino a San Jerónimo 

Se repitió aquí la historia de "un hombre para una montaña". El Whymper podía escalar en cualquier parte, pero rara vez lo hacía. Su obsesión era El Colmillo. Después de su solitaria no volvió a las montañas.

 Los de mi generación seguimos escalándolo pero, ya para entonces, El Colmillo había empezado a entrar en esa etapa de las ascensiones que se “cierran”. La leyanda las cubre y los escaladores se alejan. En la actualidad rara vez se menciona su nombre en el mundillo alpino.





 Heriberto Salazar en el rappel de El Colmillo

Hay más peligro en cruzar una calle de la ciudad que en escalar montañas o caminar por el bosque (hacer click en video) 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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