Escalada El Crestón

 
 
 
El Crestón es parte del Circo del Crestón(Macizo de Las Monjas, en el oeste del pueblo el Chico, Hgo.)
 
 
 
 
 
 
 
 


El Crestón, por la ruta de la Grieta. Es la aguja  que da su nombre al lugar: Circo del Crestón.
 Orientación sur. Tiene 95 metros de altura. A-. Tramo de 8 metros. Al final se encuentra con una somera fisura en la que hay que acuñarse. Otros superan el paso por fuera. B-. Una travesía un tanto incómoda. C -. Un diedro. El resto es una grieta amplia por la que se puede avanzar poniendo un pie en cada lado, semejante a como se ilustra en la figura del escalador.






 Foto tomada del libro 28  Bajo Cero, de Luis Costa,1954


 Esta aguja le gustaba mucho escalar a Raúl Pérez, de Pachuca, Hidalgo


Para efectuar el rappel es necesario bajar escalando hasta el punto marcado con la letra H. Cerca de la cumbre era posible encontrar un pequeño árbol para ayudarse con la cuerda en el descenso. De aquí al diedro (C) habrá unos 40 metros. En C puede haber  otro pequeño árbol en el que se hace el segundo descenso por cuerdas con lo cual se llega a la base. Este último tramo es de 20 metros.

 Se entiende que la presencia de los árboles, en el transcurso de las ascensiones, es temporal y el escalador deberá ir preparado para colocar en su lugar alguna clavija que le sirva para el caso.
 La primera ascensión a esta grieta (y a la aguja en sí) la realizaron Raúl Revilla y Antonio Ortiz en 1944.

El grupo de Las Monjas, en el camino Chico-  Capula.El número 5 es El Crestón.

2 comentarios:

  1. Hola a todos, alguien puede indicarme donde localizar a Don Raul Revilla? estoy interesado en platicar con este personaje acerca de las primeras ascensiones en la región de Pachuca, San jeronimo, Mineral de el chico etc en compañía de Antonio Ortiz Vilchis quien fuera primo de mi padre, agradeceré el informe.
    Atte. Gerardo Ortiz Muñoz

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    1. hace algún tiempo que no veo a Raúl Ravilla.
      Vivía en la calle Rafael Lavista número 301,Col.Centro Z.P.42,000
      Pachuca Hidalgo.
      Su teléfonos en aquel tiempo era el 017717153106
      Saludso Armando A.G.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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