Al sureste de Real del Monte, Hidalgo.
De unos 70 metros de alto, es una aguja tradicional para escaladores de Hidalgo y la ciudad de México. Su roca, para efectos de escalada, es firme en lo general.
La ascensión se realiza por el noroeste hasta alcanzar la parte superior del primer tramo, llamado “Hombro”. Originalmente había un tronco de árbol para superar un sector de ese trayecto.
Queda por superar la roca cimera, en forma de bola .Es la que da nombre a la roca y al valle. La manera como se supera es encaramándose en los hombros del compañero de cordada. Este debió ser un auténtico problema a resolver cuando sus conquista. Después siguió la historia del Huevo de Colón. Se sube en solitario y otros con el recurso de los estribos, como se muestra en los dibujos de Manuel Sánchez.
El descenso por cuerda es siguiendo la vía de subida. En dos partes. Aunque también se ha efectuado de una sola vez por el lado norte. Y hubo ocasiones en que Santos Castro, el legendario escalador oriundo de Real del Monte (murió en la norte del Abanico, del Popocatépetl), organizó descensos por tirolesa desde la cumbre y sobre el valle norte.
La caminata Real del Monte-Tulancingo, de la Preselección al Aconcagua, de 1974
En tiempos recientes se fundó una colonia popular en las proximidades de este valle. Debido a eso el recorrido, de dieciséis kilómetros, se puede hacer en transporte colectivo hasta las proximidades del valle. Originalmente era un buen ejercicio de caminata, tanto en la marcha de aproximación como de regreso a Real del Monte, después de escalar.
Este es el lugar para mencionar una travesía formidable y bella que realizaban los guías de Pachuca. Es el cruce de la Sierra de las Navajas que, partiendo de Peñas Cargadas (propiamente de Real del Monte) acababa en Tulancingo.
En algunos lugares del trayecto hay afloramientos de vidrio volcánico. Estos son los que le dan el nombre a esa sierra. La tradición dice que este era el lugar de donde los aztecas se surtían de obsidiana para fabricar sus armas de combate y sus cuchillos de sacrificio y navajillas de auto sacrificio.
Conocí esa travesía con Raúl Pérez, guía alpino de Pachuca. Luego la realice durante muchos años con montañistas de la ciudad de México. Se necesitaba ser resistente andarín, aparte de escalador, para realizar esta travesía. Una de estas travesías está documentada en el informe que rendimos a la presidencia de la república con motivo de la Preelección al monte Aconcagua en 1974.
Aun con mis hijos en edad muy temprana cruzábamos durante días esa sierra, entre los Cerros Jacal y a través de las cañadas, hasta llegar a Tulancingo, en el este. Esta evocación personal nos sirve de referencia para imaginarnos el ambiente sano que entonces prevalecía en las montañas. ¿Quién se interna ahora durante días en lejanas y apartadas serranías con dos niños?
Esta travesía se fue abandonando en la medida que la cercana población mencionada fue creciendo. Después había que ir sorteando los terrenos cercados antes de llegar ala zona de las cañadas. Esto ocasionaba molestias a los habitantes.
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Justificación de la página
La idea es escribir.
El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.
Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.
En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.
Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.
Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.
Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?
Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.
Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).
Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.
Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…
Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.
El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.
Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.
En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.
Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.
Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.
Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?
Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.
Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).
Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.
Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…
Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.
Me ha dado mucho gusto encontrar esta pagina, y me ha brindado muchos recuerdos de mi ninez y juventud. Yo excursionaba y escalaba con mi padre desde muy pequena. Perteneci al Club Alpino Halcones Hidalgo seccion mexico. Escale con el maestro Raul Revilla, y sus hijos. Mi padre +Hildeberto Mosqueda +
ResponderEliminarPerteneci al club alpino solitarios 20 de noviembre del muy querido Ricardo Aranda convivimos en muchas ocaciones con los Halcones del legendario Santos Castro escuhar sus risas y relatos es evocar las bellas montañas de Mexico haber convivido en aquellos tiempos me a dado sentido a mi vida, un saludo de don lalo de Atotonilco el Grande recordandolos con cariño a los que han hecho la ultima cordada
ResponderEliminarEn los 70´s fui del grupo de niños que formaban parte del Club Solitarios 20 de Noviembre.... leer este comentario me trajo muchos recuerdos.
EliminarHola
ResponderEliminarYo conviví en varias excursiones con El Capí, l vino a Guadalajara a aniversarios del CEO y nos veíamos cada año en La Bufa Guanajuato.
Si gustas, puedes contactarme al siguiente email.
jmcastilo@hotmail.com
Muy buenos recuerdos del Capí,
Saludos
Miguel
Yo conocí y excursiones en varias ocasiones con El Capí.
ResponderEliminarHace varias décadas de esto. Soy un ex elemento del Cuerpo de Exploradores de Occidente (CEO.) de Guadalajara, Jal. Me gustaría tener contacto con los muchachos de 1974-1980 con quien me toco convivir. Mi correo es jmcastilo@hotmail.com
Saludos
Hola Coyotes.Leí el comentario que hacen de la primera escalada a Peñas Cargadas. Si tuvieran más datos de esta y otras escaladas llevadas a cabo por ustedes les agradecería pudieran proporcionármela. Relatos orales, artículos en revistas de a época etc. La idea es incluir esa información en este blog. Muchos logros alpinos permanecen inéditos y es necesario rescatar todo ese valioso material antes que se pierda definitivamente. Saludos
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