Madame Calderón de la Barca
La vida en México (durante una residencia de dos años en ese país), autor: Madame Calderón de la Barca, Traducción y prólogo de Felipe Teixidor, Editorial Porrúa, Colección Sepan Cuantos…,México, D .F. Edición del año 2000, 473 páginas.
Frances Erskine Inglis (Madame Calderón de la Barca), de nacionalidad escocesa, vivió en México de 1839-40. Acompañó a su esposo, don Ángel Calderón de la Barca, primer ministro plenipotenciario de España en México, en la misión del reconocimiento oficial de la independencia de México.
El Grito de Dolores, dado por el cura Miguel Hidalgo, tuvo lugar el 15 de septiembre de 1810. Pero sólo fue el grito detonador de independencia, apresurado, por verse descubierta la conjura del grupo.
El verdadero hacedor ("concretador")de la independencia de México, con respecto de España, fue Agustín de Iturbide, mediante lo que se conoce como el Tratado de Cordoba ( o Plan de Independencia de la América Septentrional) firmado por Iturbide,a la sazón Comandante del Ejercito Trigarante y por Juan O´Donojú, Jefe Político Superior de la Provincia de Nueva España, el 24 de agosto de 1821.Este Tratado fue rechazado entonces por España y es con don Ángel Calderón de la Barca, en 1839, que finalmente se hace el comunicado de reconocimiento de independencia por parte de España.
Frances Erskine Inglis escribió 54 cartas que enviaba sus amistades en el extranjero de lo que iba observando de la geografía, costumbres de los habitantes de este país y episodios políticos que le tocó vivir. Por insistencia de su amigo Guillermo H. Prescott, autor de una celebrada historia de la conquista de México, publicó sus cartas y lo que resultó fue “El mejor libro que jamás haya escrito sobre México un extranjero”, palabras de Felipe Texidor.
Es una de esas obras de calidad literaria que poco se conocen pero que son abundantemente vistas con escepticismo...O se tiene como el Retrato de Dorian Grey...
Madame puede ser considerada, por su posición social, en ese estrato al que Chesterton se refiere como “una dama de esa encopetada especie aristocrática que en estos países tan rara vez pisa la calle”. Sin embargo la cultura de Madame no es sólo flor de biblioteca. Pronto comprendió que tenía que mezclarse en tanta situación y grupo de personas que le fuera posible para poder escribir sobre México. Era, al estilo de Bernal Díaz del Castillo, tres siglos atrás, de las que asisten a una reunión de alta sociedad o de una corrida de toros, entra al jacal a comer tortillas y frijoles, toma pulque y corre entre las balas de las revoluciones para poder situarse en el mejor lugar de observación. Y por la noche, ya fuera en la madrugada, escribir lo que había presenciado”. En la primera oportunidad enviaba un paquete de cartas al extranjero.
No era agente de ninguna nación extranjera a la que estuviera enviando información con estilo epistolar. Era una mujer culta con una percepción muy desarrollada. Como resultado padecía lo que todos los escritores padecen: la necesidad inevitable de escribir.
Se trata de una literatura epistolar, sin mucho tiempo para ser pensada y revisada, una y otra vez, como sucede cuando se escribe con la idea de publicar. Ella ni siquiera había pensado en esa posibilidad. Y no obstante su redacción, amena, es desde luego de las que salen de una pluma dueña de una cultura de mucha calidad. Cuando pisó tierra mexicana ya conocía toda la historia de México, incluidos los acontecimientos recientes. Lo primero que dijo fue: “Sólo se requiere un gobierno estable para hacer de este país uno de los primeros del mundo”, esto lo escribió la autora en la Carta XLVI.
Y fue lo que México estuvo muy lejos de lograr en el siglo diecinueve (treinta y seis presidentes en sesenta años), que es al que Madame se refiere. Cuando consiguió una estabilidad, en el siglo siguiente, algunos países ya habían despegado mucho y México se había quedado muy a la zaga.
"Habían reconocido claramente las razones de la caída de su país: la debilidad de los gobiernos que ascendían y caían, como sube y baja la marea, en un parlamento en el que resultaba imposible que un solo hombre o un solo partido conservara la mayoría durante más de pocos meses; el poder de los trust, y los monopolios; la corrupción de la prensa..."
Esto, que parece un retrato de la época a la que nos estamos refiriendo pertenece, sin embargo, a la historia del siglo veinte. Escrita por David Schoenbrun, en su libro sobre la Resistencia Francesa Soldados de la noche, y se refiere a las causas que facilitaron al ejercito alemán la casi increíble conquista de Francia en 1940.Lo hemos incluido en este relato para valorar lo parecido a las condiciones políticas que provocan la caída de la democracia en un país. ¿políticas? En otra parte de su valioso libro Schoenbrun dice que en una democracia los que mandan son los políticos, no los militares.
Vivió en México Madame en un siglo en el que menudeaban las asonadas para ganar la presidencia de la república, había generales que en su tiempo libre, fuera del servicio del cuartel, después de haber checado su tarjeta de salida, comandaban bandas de asaltantes. La población pobre y sencilla contaba con sólo un recurso para defender su vida y la de su familia de las gavillas de asaltantes, y era con un machete en la mano. No resulta raro que, con fría objetividad, Madame haya hecho observaciones duras.
En sus páginas menudean las referencias a ladrones, asaltantes de caminos y grupos de facinerosos de ciertos pueblos del sur- suroeste del Valle de México que, por cierto, en pleno siglo veintiuno siguen siendo famosos por la misma razón, como saben bien los alpinistas, que son los que se internan por esos lugares. San Miguel, Tlaloc, Malinche, Popocatepetl, etc. En 2003 asesinaron a un joven y su cadáver permaneció colgando del cuello durante dos días de un brazo de la cruz de la cima más alta de la montaña Ajusco. A mediados de octubre del 2007 fueron asaltados 25 alpinistas del grupo alpino de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la cumbre del monte Telapon, cerca del poblado de Río Frío, resultando un joven alpinista muerto. Años atrás un grupo de excursionistas que acampaban en las faldas de la Iztaccíhuatl, arriba del pueblo de San Rafael, fueron asaltados y varias muchachas violadas. Por es época dos jóvenes alpinistas que acampaban en el cráter del Nevado de Toluca también fueron asesinados. Tres lustros atrás fueron asaltados cincuenta montañistas extranjeros, procedentes de Europa y de Norteamérica, un poco antes de llegar a Tlamazaclaco. Todos los años acampaban en el lado derecho cercano a la carretera. Jamás volvieron al lugar.
60 alpinistas fueron asaltados en la montaña Iztaccihuatl, arriba del pueblo de San Rafael, por 25 encapuchados armados con rifes y pistolas, golpearon a varios, incluido un niño, y violaron a 3 mujeres(ver nota en El Universal, diario de México, del 5 de marzo de 2012)
Hay que recordar las palabras de Madame que “buena parte del gusto que ofrece la vida en el campo se pierde cuando se está impedido de pasear sin temor”. Lo referido de los alpinistas fue en “tiempos de paz” y ya podemos imaginar la atmósfera de inseguridad que la sociedad citadina y campesina vivía en tiempos en que Madame estuvo en México, y que ella tan bien relata. Tal vez debido a ello, a que muestra lo feo de las heridas, el trabajo literario de Madame no sea tan conocido, en el propio México. Se considera que obras como esta quitan brillo a los héroes consagrados por la historia oficial de los países, aunque no haya sido ese el propósito de los que las escribieron.
Pero como sea, esta obra es una de las joyas de la historia de México en la medida que nos relata episodios que ella presencio de cerca y la semblanza cuidadosa que hace de la gente.
Ella misma relata su metamorfosis. En el principio los indios le resultaban impresionantemente desagradables. Cuando se acostumbró al tipo de la población no tiene empacho en escribir que se trata de al gente más bella del mundo. La mirada del indio la espantaba. Después tuvo que concluir, por ella misma, que eran una mirada, inhumana, que no veía a las cosas ni a la gente. Era una mirada que, desde milenios, veía hacia las estrellas y un mutismo que pensaba en el tiempo. Y entonces el indio le pareció, efectivamente, algo especial, pero ya en otro sentido.
Madame vivió de cerca el encarnizamiento de las batallas de dos revoluciones (Santa Anna, Paredes y Pedraza, los tres contra el presidente Bustamante), los montones de muertos que estas han dejaron tras de sí, la miseria de los pobre pueblos a los que cada bando requisaban desde gallinas, tortillas, caballos y muchachas. “Lo primero que hacen es requisar las gallinas para aprovechar sus huevos”. Los generales ordenaban a la hacienda que se les mandarán a toda prisa los mejores caballos de la hacienda: “El general Espinosa, un viejo insurgente, llegó anoche a este pueblo y mandó requisar algunos caballos de la hacienda, que se mandaron a toda prisa. En cambio de media docena de buenos caballos de campo, mandó seis jamelgos de aspecto miserable…”
Después de un almuerzo obligado para alimentar a la tropa, ese pueblo, que antes estaba en la miseria, después del almuerzo quedaba en la total desolación y ya no podía proporcionar la comida ni mucho menos la cena. Pero los generales tenían sus tácticas de que se les preparara al menos otra comida, Era sencillo: hacían sospechoso a ese pueblo de ser simpatizante de los enemigos…
Ya para entonces la sustancia que había dado pie al nombre de Ejercito Trigarante, realizado la independencia de México y que había delineado la dirección en la que se iba a desarrollar la joven nación mexicana, se había ido al cesto de la basura. Al menos dos de los tres puntos:1) Establecer la independencia de México de España,2)Establecer la religión católica como única,3)Establecer la unión de todas las clases sociales. La religión católica ahora era perseguida y la unidad de los mexicanos se había disuelto (o no se había llevado a cabo) a lo largo de los interminables asaltos al poder de todas las facciones.
Burlados los principios,o las ideas, originales, todos se fueron nadando en el río de la corrupción en busca del dinero y el poder.¡Treinta y seis presidente en sesenta años!
La situación era semejante a lo que Scarlett O´Hara vivía en Tara: llegaban los enemigos azules yanquis y se comían todo y todo se lo robaban y lo que no podían llevarse, lo incendiaban. Después llegaban a Tara sus defensores grises sureños confederados y de la misma manera se comían lo poco que aquellos habían dejado (Margaret Mitchell, Lo que el viento se llevó).
La gente decía que ya no tenía nada pero a los generales parecía no importarles esto. Madame hace la siguiente observación: “No puedo creer que exista ningún rencor en estos momentos entre los dos generales rivales, Bustamante y Santa Anna. Santa Anna ha usurpado la Presidencia, en parte porque la deseaba, y por lo demás, si él no la hubiera deseado otro la habría pretendido, pero estoy convencida de que, si por ventura se encuentran en un salón, se darán el uno al otro un cordial abrazo a la mexicana, como si nada hubiera pasado”.
Después del triunfo de Santa Anna, Paredes y Pedraza, sobre Bustamante, el premio es inventar nuevos nombramientos para sus seguidores. Madame escribe: “Ha salido una nueva hornada de generales, a fin de recompensar los distinguidos y últimos servicios de los oficiales, entre los que se cuentan cientos de coroneles. Tan solo en la división de Paredes se han creado once generales”.
Con el tiempo los antiguos aliados se combatía entre sí para ocupar a su vez la presidencia y otra vez el pueblo era forzado a preparar más almuerzos para la tropa oficial que primero pasara por ahí. Después pasaban los “sublevados” (quienes antes habían sido gobierno oficial) contra el legítimo gobierno y también exigían comida para su tropa…
Todos los pronunciamientos eran democráticos pero, para efecto de reorganizar el caos, producto de la última revolución, las facciones rebeldes triunfadoras, estaban de acuerdo en desempeñarse bajo la dirección de un “Excmo. Sr. General en jefe de las tropas del Gobierno”. Así nacía un “hombre fuerte” al que, debido a sus desmanes, y a la ambición de los subordinados, había que derrocar seis mese después.
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historia de México
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Justificación de la página
La idea es escribir.
El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.
Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.
En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.
Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.
Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.
Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?
Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.
Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).
Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.
Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…
Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.
El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.
Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.
En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.
Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.
Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.
Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?
Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.
Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).
Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.
Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…
Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.
Bien! Buen trabajo :D
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