Escalada Los Frailes de Actopan

1-Colmillo,2-Carboneras,3-María Magdalena,4-Fraile, 5-Acolito,7-carretera terracería a San Jerónimo










 Cuesta trabajo imaginar la disposición de ánimo que necesitaron aquellos hombres que acometieron escaladas como El Fraile de Actopan.

El dibujo antropomorfo, creación de Manuel Sánchez, es más o menos como se encuentra el escalador en el  tramo antes de la cumbre.

 Fermentaba a la sazón un buen ambiente de montañismo pues no hay que olvidar que el Club Exploraciones de México fue fundado en 1922.

Sin embargo, para la escalada no había atmósfera o, como ahora se dice, no existía contexto. Era endeble y disperso.  Las mismas vías de aproximación por carretera planteaban tan grandes dificultades que ahora ni imaginamos.

En Los Frailes
Foto tomada del libro 28  Bajo Cero, de Luis Costa,1954


Ahora sabemos que no hay montaña inescalables. Pero lo sabemos porque ellos lo demostraron. No fue una revelación que bajó del cielo sino un  gran logro que surgió desde las limitaciones y los miedos del hombre.



En el primer tramo de la Canaleta.

Subir El Fraile en la actualidad nos llevaría una hora. En cambio, si leemos la historia de esta conquista, necesitaron nueve ataques a fondo en otras tantas fechas.

Es obvio que no estaban luchando contra las dificultades reales de la montaña. Su combate se desarrollaba en niveles subjetivos. Estaban dando la batalla contra el mito de la inabordabilidad. ¡Y una aguja de cien metros, en el vértice de la sierra, debió parecer impresionantemente área! Enrique Elizaga escribiría, una vez conquistada esta aguja:  “La aureola de leyendas que lo envuelven, no lo cubrió tanto como para evitar su violación”.
 Cuál fue el aporte para el alpinismo mexicano de esa época. Elizaga escribió: “Sigue siendo lo más duro de escalamiento en roca de la República mexicana”.
El Fraile
visto desde la cumbre de la María Magdalena
Hacia la mitad de la foto se ve el fin de
La Canaleta
Izquierda: Armando Altamira(primera solitaria a la
norte de la pared Benito Ramírez).
Derecha: José Méndez (segunda solitaria a la norte de
la Benito Ramírez)Ciro del Crestón, Las Monjas, arriba de
Chico, Hgo. México.
 

 Ofrecemos su ficha técnica y también la historia de su conquista.

Se empieza ganando con facilidad un espacio encerrado que es común con la base de la María Magdalena. El Fraile se sube por su lado norte, conocido el lugar como "canalón".Más arriba se va hacia la izquierda, según se muestra en el dibujo de la conquista, hacia una especie de descanso u hombro. Posteriormente alguien abrío una variante hacia la cima por el lado derecho.





































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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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