Pico de Orizaba lado sur

-->Los nombres originales del Pico de Orizaba son Poyahutecatl y Citlaltepetl. Su elevación sobre el nivel del mar es de  5,700m 

De la ciudad de México se llega a Texmalaquilla (ladera sur del Pico de Orizaba) siguiendo la carretera que va a Puebla- Orizaba- Puerto de Veracruz hasta  la caseta de Esperanza. En la actualidad (2009) salen de este punto camionetas de pasaje publico a Texmalaquilla.


1-Emplazamiento del albergue
2-Cresta que conduce a la cumbre
3-Torrecillas
 

(foto de Armando Altamira Areyán)

Su ladera sur carece de nieve en los niveles inferiores debido a su situación geográfica.
Todo el día le pega el sol y las nieves son prontamente fundidas. Es hasta la cota 5 mil, aproximadamente, que las nieves permanecen. Antes la expresión era “nieves eternas” pero ahora con lo del calentamiento global puede cambiar la apreciación.
Salvo en situaciones circunstanciales de lluvias todo eso vuelve a cubrirse de nuevo para de nuevo ser prontamente fundidas en pocos días.
Torrecillas y vía de ascenso.S-Torrecillas. T-Refugio.Z-Cumbre

Por tal circunstancia el ascenso, a partir del albergue Fausto González Gomar ( 4,660m), es a lo largo de una ladera de terreno inestable de arena y fragmentos pequeños de roca. Tanto que se impone utilizar alguna especie de polainas para evitar que ese material se meta a las botas. Algunos prefieren ir un poco más a la izquierda y ganar la cresta rocosa para evitar el terreno inestable.


El albergue es de construcción de paredes de piedra con literas de madera para unos 30 individuos. Está ubicado en el collado que hace la ladera sur del Pico y el extremo norte del cresterío rocoso conocido como Torrecillas.
La cresta de subida a partir   del refugio.A-Refugio.T-Ruta de aren.C-Cresta rocosa.K. Roca cimera.

 Tiene a la entrada un eterno basurero que nuestros amigos alpinistas de Puebla y Orizaba se afanan en limpiar bajando periódicamente camionetas y más camionetas  llenas de basura.


Albergue Fausto González Gomar ( 4,660 m.)


En las cotas superiores el avance es mejor al alcanzar la zona nevada. Por la poca acumulación de nieve sería raro encontrar alguna grieta de hielo.


Torrecillas, lado  noreste



La vía de acercamiento es por la carretera México-Puebla-Tehuacán. En la caseta Esperanza,kilómetro 217, se puede abordar trasporte colectivo hasta el pueblo de Texmalaquilla.




En la sur del Pico de Orizaba, así  como en los desiertos de Altar,Sonora, o Samalayuca, Chihuahua, se sugiere usar alguna clase de polaina para evitar entre la arena al calzado (Diccionario de la Montaña,Agustín Faus, Barcelona, España, 1963)



De Texmalaquilla se asciende caminando (también se puede hacer un buen tramo, hasta más arriba del límite del bosque, en vehículo con doble tracción) hacia el norte y más arriba en dirección noreste. El sendero está bien marcado. Muchos prefieren ir por la cañada de la derecha, saliendo de Texmalaquilla, por ser un ascenso más directo. Desde abajo se puede orientar con buen tiempo  teniendo como referencia Torrecillas.


El último tramo. Se ven las cordadas que se aproximan al cráter (foto de Leopoldo Nava)


 Llegados a este punto hemos de decir que el Pico de Orizaba es más que una montaña. Se trata de un universo alpino  desconocido para muchos los alpinistas. Estos  por lo general se limitan a recorrer las clásicas vías del norte y del sur. Si dividiéramos en 360 meridianos, o líneas verticales, a la montaña, los que suben por una ruta desconocen 359 líneas. Su base, digamos en los 4,200, que es el límite del bosque, es inmensa.  Un grupo puede acampar por semanas  en lugares siempre cambiantes. ¿Si la montaña es tan bella, ¿por qué tanta prisa en salir de ella?
Crater. Arriba:lado sur.Abajo: lado norte.







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La Sierra Negra, vista desde el (este) Pico de Orizaba.Se ve el telescopio en su cumbre.





En el primer plano de la foto se ve el camino(arenoso) que sube desde Texmalaquilla y se dirige, aunque no llega, al refugio. Estamos hablando de los 4,400 m.s.n.m aproximadamente.











El gran telescopio en la cumbre de la Sierra Negra apenas en su fase de construcción(2007). Foto de Leopoldo Nava.












Caseta Esperanza.Kilómetro 217 de la carretera México-Orizaba




Las cumbres mexicanas del paralelo 19



Una consideración (exclusivamente para novatos, los expertos no la necesitan) es la relativa a la aclimatación a las alturas. Este aspecto es algo  que golpea  y,  con tal fuerza, que el montañista debe dar marcha atrás (después de vomitar o desmayarse) y en ocasiones morir ahí mismo o en breve tiempo a consecuencias de lo mismo. En México ese asunto se le conoce como “mal de montaña”.Es el precio que pagamos por subir en pocas horas lo que debería llevarnos días.
Lo más propio es consultar a la ciencia médica del deporte respecto de este tema. Aquí damos una noticia sucinta del asunto. La intención es despertar el interés para que el individuo se documente más sobre este tema del mal de montaña.
Adolf Mokrejs, en su Guía practica del excursionismo II, (ediciones Roca, México, 1986, Pág. 112) dice que “El “mal de montaña o altura no es una enfermedad sino un indicio de que la aclimatación no ha tenido lugar”. Da enseguida unos datos. Se pueden dividir las diversas zonas de aclimatación. Abarcando cada una de ellas 1,500 metros de altura. Y exigiendo una semana de adaptación. Para la zona entre los 3,000 y los 4,500 se requiere una semana. Para la situada entre los 4,500 y los 6,000, dos semanas.
Es decir que para ir, de la Ciudad de México (2,200m.s, n. m.), a la cumbre del  Pico de Orizaba, necesitaríamos  ir subiendo, acercándonos,  gradualmente, de población en población, dos semanas. Como lo hacemos es en dos días. Uno de acercamiento y el otro para subir a su cumbre. Imagínese la tremenda deficiencia en nuestro modo de subir altas montañas. ¿Qué de raro tienen todos esos dramas originados por el mal de montañas que vemos con frecuencia?
Para subir al Popocatépetl, partiendo de la Ciudad de México, necesitaríamos una marcha de aproximación- aclimatación de  al menos una semana.  Lejos de eso,no es raro que salgamos en la mañana en automóvil de la ciudad, dos horas después estamos en Tlamacazcalco y tres horas más tarde en la cumbre del volcán. Cinco horas lo que necesitó una semana…
Lado sur .En el área blanca de  la montaña se ven dos aristas, en el lado izquierdo. La arista del cento es por la que se llega a la cumbre, a partir del refugio.


A-Cresta de ascenso del lado sur

 
 Si alguien quiere tener una idea real de lo dramatico que puede ser el mal de montaña vea el video donde se muestra la muerte de un joven andinista argentino llamado Federico Campanini. Murió por esta causa en el Glaciar de los Polacos, filo noreste del Aconcagua, el 19 de febrero del 2009.Está en Geoogle Internet.




La desviación a Acatzinco es la que lleva al lado norte. Carretera a  Jalapa y antes de llegar se toma hacia el este la desviación a Tlalchichuca.La desviación de Esperanza es la que lleva al lado sur por Texmalaquilla.
Texmalaquilla es el  poblado, por el lado sur, más cercano a la montaña.

Hay más peligro en cruzar una calle de la ciudad que en  la ascensión de una montaña nevada (hacer click en video)











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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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