Travesía Pachuca- Frailes

PLANO GENERAL REGIÓN ALPINA  NORTE DE PACHUCA,HGO,MÉXICO

Raúl Pérez, guía alpino de Pachuca, gustaba de realizar, caminando, esta travesía en los años cincuenta del siglo veinte.
Seguíamos el itinerario siguiente: Pachuca-Cerezo-Ventanas- Macizo de las Monjas (o Circo del Crestón)-Capula-San Jerónimo-San José Tepenené.

De la hoja Pachuca F14D81 1:50 000 (SPP Programación y Presupuesto)
Caminata contra el síndrome de la inactividad. Entrada al pueblo
 de Cerezo.







 
Esta es la travesía, a pie, que hacían los guías alpinos de Pachuca a mediados del siglo pasado. Cayó en desuso por el signo de los tiempos. Cuando el nuevo estilo de vida de la ciudad nos llevó al síndrome de la inmovilidad.

Nosotros creeemos que la biología tiene un plan secreto para eliminarnos ( y dar cabida a las nuevas generaciones). Nos hace creer que con la ley del menor esfuerzo  nos protegemos acumulando energías para ocasiones especiales. Eso estaría bien para cuando eramos recolectores- cazadores. En la ciudad exageramos esa economía de esfuerzo y resulta al revés. Al sedentarismo pernicioso la medicina ahora le llama "patología de la inmovilidad".
Mientras escribo estas líneas veo en la pantalla de la teletonta que los gobiernos están alarmados por la elevada cantidad de gordos que hay en el planeta: una tercera parte de habitantes del mundo. Es decir: dos mil millones.  Los del primer mundo porque han abusado de la ingesta de grasas y los países, como México, por la manera desordenada de comer fritangas y su enorme afición a las bebidas endulzadas.


Sector León Alado ( valle Diego Mateos)-Monjas. 

El punto junto a la cota 2,700 corresponde a la pared de Las Goteras.Siguen,  hacia la izquierda, La Colorada,la Cueva del Muerto y Las agujas.
Las zonas de rojo son los lugares situados en los 3,000 m.s.n.m.
 De la palabra Estanzuela a la letra P de Peña las Monjas son 3 kilómetros en línea recta del plano.






 El paso hacia la izquierda antes de Las Monjas

 Insistimos aquí lo que hemos anotado en la ficha del cerro San Miguel del Desierto de los Leones. Que tenemos la curiosa idea que el que hace cuatro veces al año la travesía Pachuca- Frailes (o Frailes- Pachuca) llega al hospital veinte años después que los sedentarios.


Creo que es pertinente consignar algunas frases de  H.D.Thoreau, poeta y gran amigo de Emerson, respecto del viejo arte de caminar. Su trabajo se llama así: Pasear.
“A veces,  cuando me acuerdo de tantos mecánicos y comerciantes que están en sus tiendas no sólo toda la mañana sino también toda la tarde, sentados con las piernas cruzadas, como si estas estuvieran hechas para   sentarse y no para estar de pie o caminar, pienso que tienen mérito que no se hayan suicidado hace tiempo…Si (yo) no pasara al menos cuatro horas al día errando por los bosques, las montañas y los campos, creo que no podría conservar la salud ni el ánimo”.



Camino Pachuca- Cerezo. Conocido en el siglo diecinueve como "Atajo de humboldt". En la foto Leopoldo Nava





Cuando la carretera a Chico sólo llegaba al valle de  Las Ventanas.La roca del fondo es el Muñeco.
Foto Arriba: Dirección Pachuca- Los Frailes En esta foto, en Capula,  se ven Los Frailes en la distancia, en lo alto de la sierra.




 Camino a Cerezo por el Atajo de Humboldt





Con la intención de facilitar las cosas damos algunas noticias de esta travesía.
Es por el barrio del Arbolito, al norte de la ciudad, bajo la falda oriental del cerro San Cristóbal. Pueblo Cerezo, Valle de Las Ventanas, Valle del León Alado, antes de llegar a Las Monjas descender un poco a la izquierda  hasta el lado norte de un valle alargado, descenso hacia el oeste y luego norte hasta llegar a la carretera que lleva al pueblo Capula.







LA LÍNEA ROJA CONTÍNUA MARCA LA TRAYECTORIA DE LA TRAVESÍA PACHUCA- SAN JOSÉ TEPENENÉ











 Al fondo la presa bella Jaramillo o de El Tejocote, arriba de Cerezo.En la foto Leopoldo Nava



Al fondo la pared norte de Las Goteras
Omar A. A., en el camino a Capula (en el tramo Cueva del Muerto - Los Panales) 7 de marzo 2016.
Foto de Armando A.G.



Aquí termina la travesía procedente de Pachuca. O empieza, si se hace en sentido contrario. La otra variante es descender  de San Jerónimo hacia Actopan.





 Templo de San Jerónimo, el final de la larga ascensión de ese día.






De Capula se sigue el camino en dirección oeste, se llega a una vieja mina abandonada. Aquí se inicia el ascenso (hacia el noroeste) de la prolongada  cuesta que lleva al pueblo de San Jerónimo, en lo alto de la sierra, en el corazón mismo de lo que en el alpinismo conocemos como “Región de los Frailes”. En los círculos geológicos del siglo diecinueve se le conocía como “Los Órganos de Actopan”. De aquí se desciende hacia el suroeste. La travesía termina en San José Tepenene, en la carretera Pachuca- Actopan.

Pero puede realizarse esta travesía en sentido inverso al descrito: San José Tepenene-Pachuca

Se realiza un vivac, o dos, mejor




El bello paisaje de la Sierra de Pachuca siempre estará ahí, para el humano sensible que sepa ir a su encuentro.



Los nombres de sus ilustres personajes de la Academia, de sus políticos  en general, los militares y sus comerciantes,  que llenaron una época, acabarán borrándose de la memoria de los pueblos.
Ese paisaje, árido del oeste, verde cercano del norte y su   lejanía azul, se conservará igual para las generaciones de montañistas, y demás gente, que están por venir en los tiempos inmensurables.
Ahora que las ciudades han crecido tanto, y Pachuca no es la excepción, algunas patologías han aparecido atrofiando tanto los sistemas fisiológicos como los estados emocionales del hombre y la mujer: sedentarismo y estrés, para sólo mencionar un  ejemplo de cada caso.

Nada como vagar por los bosques y los valles para eludir, en lo posible, la peligrosa practica de la “polifarmacia”, como la ciencia médica ha señalado a la práctica de ingerir pastillas, sobre todo en la gente de edad avanzada. Y, ya por esto, nada más, vale la pena agarrar la mochila y empezar a ascender en dirección a los bosques y valles altos.

Los habitantes de la ciudad de Pachuca ocupan, geográficamente, un sitio privilegiado como pocos lugares. Bastan quince minutos, de caminar, a partir del Reloj, o a lo más una hora, para  pisar ya  los primeros lugares  de la ladera montañosa.

En el extremos sur de ese mismo Valle (Cuenca) de México, en la ciudad del mismo nombre, es necesario hacer un torturante viaje en trasporte para alcanzar los primeros bosque, ya sea hacia el Ajusco, en el sur, Los Dinamos de Contreras, en el oeste y más, mucho más, para las montañas del este.

Ir a los bosques montañosos llena, sobre todo, una necesidad más elevada que el mero ejercicio físico. Emerson, enamorado de la naturaleza, dice: “ La naturaleza llena una necesidad más imperiosa del hombre, es decir, el amor a la Belleza…La naturaleza es medicinal y restaura el tiempo y la inteligencia cuando se encuentran cansados por el trabajo o la compañía.”

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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